viernes, 5 de diciembre de 2014

Liberalización del comercio y de los horarios comerciales

Tanto empresas como consumidores ofrecen un gran apoyo a la libertad de horarios comerciales.

Es cierto que, sin éste tipo de regulación, las pequeñas empresas lo tendrían mucho más difícil con respecto a las grandes empresas, las cuales acabarían dominando sobre las otras, con lo que desaparecerían las pequeñas tiendas del centro de las ciudades y acabarían convirtiéndose en zonas muertas; pero, ¿es ésto del todo una buena medida?

La respuesta, según múltiples economistas, es que no. De hecho, los países más competitivos son también los que disfrutan de una mayor libertad económica en general y de una mayor libertad comercial en particular.

La libertad de horarios beneficia al consumidor, al trabajador y al contribuyente, a la sociedad en su conjunto. Al consumidor porque aumenta su libertad de elección y disminuye las presiones inflacionistas. Al trabajador porque aumenta la cantidad y productividad de los puestos de trabajo y, por tanto, su salario a largo plazo. Permite también el acceso al empleo de aquellos grupos sociales para los que el trabajo a tiempo parcial es un determinante importante. Al contribuyente porque al impulsar el crecimiento económico y el empleo aumenta la base tributaria. A la sociedad, en su conjunto, porque el crecimiento disminuye la tasa de desempleo y mejora el bienestar social.

Una mayor liberalización de los horarios comerciales ofrece resultados positivos en la actividad económica, el empleo y el control de la inflación.

Para evaluar el impacto negativo de la Ley 7/1996, que califican de regresión de la libertad de comercio, varios profesores de la Universidad del País Vasco utilizan «experimentos naturales» para llegar a los siguientes resultados:
En sector minorista el desempleo se agrava con las restricciones adicionales impuestas por las Comunidades Autónomas en el uso de las facultades otorgadas; gravamiento del crónico problema de desempleo español al sumarse las restricciones y rigideces en los mercados de bienes y productos a la conocida falta de flexibilidad del mercado de trabajo; no encuentran ninguna evidencia de que el autoempleo típico del comercio familiar haya disminuido entre 1993 y 2005 como consecuencia
del desarrollo de las grandes superficies; y la protección al pequeño comercio, de estar justificada, lo que es en sí mismo discutible, debe buscar fórmulas más inteligentes y menos lesivas como las ayudas a la modernización con un diseño adecuado de incentivos temporales.

La relación turismo y comercio es múltiple y evidente. Primero, el turismo es un factor de empuje de la actividad comercial lo que aumenta su capacidad de generación de empleo y de actividad económica. Segundo, el turismo es eminentemente estacional lo que conlleva a niveles de actividad muy altos en ciertos meses del año y meses con una actividad muy baja, con efectos relevantes en la ocupación del sector comercial. Tercero, una oferta comercial de calidad es un factor añadido de atracción de turismo. En definitiva, una oferta comercial amplia, variada y disponible en los momentos de afluencia turística multiplicaría, sin duda, el impacto económico del turismo, y contribuiría

a la generación de crecimiento y empleo. 

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